viernes, 28 de septiembre de 2012

"LEONES" , EL LIBRO DE LA U MÁS EXITOSA DE LA HISTORIA (EL MERCURIO)

"LEONES" , EL LIBRO DE LA U MÁS EXITOSA DE LA HISTORIA

Hoy es el lanzamiento de la obra que relata la intimidad del grupo que ganó la Copa Sudamericana y el tricampeonato local:


Seis protagonistas de las hazañas azules están unidos por la perseverancia y el sacrificio. Jorge Sampaoli, Charles Aránguiz, Marcelo Díaz, Johnny Herrera, Junior Fernandes y José Rojas supieron levantarse cuando lo pasaron mal y construyeron una campaña imborrable. Desde mañana, la publicación de los periodistas de revista Sábado, Gazi Jalil y Rodrigo Fluxá, estará en las librerías. Aquí se presentan algunos fragmentos del texto editado por El Mercurio-Aguilar.

La fuerza vital de Díaz
Tras jugar toda su infancia en los equipos vecinales, Marcelo Díaz llegó a los 15 años a la U. Lo llevó Jorge Cabrera, ex jugador y técnico de la selección de Padre Hurtado. Pese a su escasa talla, quedó como volante de la sub 16. Díaz estaba feliz. A pesar de que viajaba tres horas en micro para ir a entrenar.

La noche del 6 de noviembre de 2003, Marcelo Díaz llegó a su casa, como siempre, tarde. Su mamá le preparó comida. Era martes, transmitían por televisión un partido de la Copa Gato entre la U y Everton. "El Pitufo dejó una carta despidiéndose" , le contó a un amigo por teléfono.

Su hermano Gonzalo Díaz, el Pitufo, no terminó el colegio y tuvo que hacer el servicio militar obligatorio, a disgusto. Tras cumplirlo, consiguió un trabajo en la bodega de una cadena de farmacias. Su madre cree que el irrestricto acceso a los fármacos pudo haberlo afectado. A las 23:15, tras buscarlo por varios minutos, ella lo encontró colgado de un árbol en el patio. Tenía 22 años. La misma familia tuvo que cortar la cuerda. Le dejó una carta dirigida a Marcelo Díaz. En una parte decía: "Sigue con tu vida, cumple con tu sueño en el fútbol y perdóname".

"Una cosa es perder un ser querido y otra es encontrarlo colgado. Mi mamá nunca fue la misma. Yo, que tenía apenas 16 años, tuve que ponerles el pecho a las balas y tirarlos a todos para adelante. Emocionalmente, era el único que podía hacerlo; me transformé en la razón para que ellos pudieran seguir viviendo", cuenta Díaz.

La fe de "Pepe" Rojas
La familia de José Rojas asistía todos los domingos a la Iglesia Metodista Pentecostal. Allí "Pepe" creció leyendo la Biblia y descubrió un talento inesperado: aprendió a tocar guitarra, después la batería y más tarde la trompeta. Nunca tomó una lección de música. "Siempre me dijeron que lo que yo tenía era una virtud", cuenta él en "Leones".
Rojas tocaba en las reuniones de los domingos en la iglesia y también era baterista de un grupo cristiano, con el que se presentaba en las plazas y hasta alcanzó a hacer una gira al sur. Junto a sus padres y dos hermanos predicaban en las calles de Talagante. "Pepe" iba con su guitarra.

José Rojas se tituló de contador y ha sido víctima de tantos episodios de mala suerte en su vida que, estadísticamente, es difícil que todo le ocurra a una misma persona: lesiones graves, un diagnóstico que pudo haberlo dejado fuera del fútbol, dos traspasos frustrados a Brasil, un olvidable paso por Argentina con atropello incluido, dos negocios que fracasaron y la burla de los hinchas. "Desde pequeño vengo doblándole la mano al destino. Desde la muerte de mi padre hacia adelante (cuando tenía 12 años). Pero siempre he considerado que las cosas pasan por algo, y uno tiene que volver a empezar", asegura el capitán de la U.

Charles, gracias a su madre
Mariana Sandoval siempre soñó con tener un futbolista en su familia. Su decepción fue grande cuando Gilberto Moreno, su hijo mayor, optó por salirse de las series menores de la U. Fue ahí, cuando Charles Aránguiz -su hijo menor- tenía cinco años, cuando sus ojos se centraron en él.

Apenas cumplió siete años, Mariana lo llevó al Nueva Esperanza para inscribirlo. En adelante, ella no fue sólo la madre que lo iba a dejar en las prácticas, ni la madre que lo iba a ver jugar todos los sábados y domingos. Mariana era más que eso: era la entrenadora del equipo. "Charles jugaba de central, pero si había que hacer un gol, se iba para adelante. Si era necesario asegurar el partido, defendía. Me daba instrucciones desde la cancha: 'Mami, mami, dígale al Boris que se venga para atrás' ; 'mami, mami, estamos perdiendo por la banda izquierda' . Yo le hacía caso", cuenta Mariana.

Aránguiz era fanático de la U y por esos años admiraba a Leo Rodríguez, así que se fue a probar al Caracol a los 11 años. Duró apenas seis meses y la experiencia fue devastadora. "El técnico dijo que no tenía una buena base física, que no corría lo suficiente y que me tenía que ir", dijo el jugador. El informe que le entregaron resumió su desempeño en una frase: "Falta de actitud deportiva".

Pero no desistió y terminó jugando en las inferiores de Cobreloa con Alexis Sánchez, Junior Fernández y Francisco Castro.

Sampaoli no es feliz
Hace 36 años Jorge Sampaoli estaba atendiendo, en horario de oficina, un banco en el pueblo de Casilda. Hace 20 años se encontraba trabajando en el Registro Civil, haciendo papeleo burocrático para matrimonios y defunciones. En "Leones", él mismo cuenta cómo vivió esa forma de ganarse la vida: "Me sentía incómodo todo el tiempo. Tenía la certeza de que estaba en el lugar equivocado, que no era eso lo que quería hacer, pero sabía también que tenía que subsistir y ayudar a mi familia, que tenía algunos inconvenientes. Al tiempo empecé a dirigir en equipos juveniles, para seguir ligado al fútbol".

Viajó por Argentina siguiendo a River Plate, se enteraba de lo que pasaba con su club por la radio. Cada detalle le importaba. "En un tiempo en que la información no fluía como hoy, una lesión del lateral izquierdo era algo importante para nosotros", confiesa el DT, quien desclasificó que lo pasó mal en la dictadura argentina, con un padre policía.

"Mi padre sufría mucho por mi culpa en esa época. Mi hermano era más dócil, pero a mí me costaba estar en la casa. Me detuvieron varias veces por hacer reuniones. Tuve la suerte de que él trabajara para la policía, si no yo hubiese sido un desaparecido más".

El DT confiesa que hoy no es feliz. "Prioricé mi objetivo de vida sobre la gente que me quería, y eso no es bueno".

El dolor de Junior
"Pelao, detuvieron a mi hermano. Lo detuvieron". Junior Fernandes estaba en Palestino, en junio de 2011, y junto al volante Roberto Ávalos, cuando recibió un llamado telefónico. Cristián Fernandes, quien fuera promesa de Cobreloa mucho antes que Junior, había sido arrestado por supuestos abusos sexuales de su hermana menor.

Ávalos lo calmó. Llamó a un amigo, que había conocido en Gendarmería cuando estuvo preso, para que le hicieran lo menos traumático posible el ingreso a Cristián a la cárcel de Calama. Él tuvo que pasar un período de desintoxicación por el consumo de drogas encerrado. Sus primeros meses fueron durísimos: descompensado, amenazó incluso con matarse, según confirma gente que lo visitó.

Junior, mientras tanto, llegó al primer plano. Hizo nueve goles por Palestino, lo que le valió su primera nominación a la selección adulta chilena. Sabino Aguad, gerente de la U por entonces, se lo ofreció a Sampaoli: "No lo quería, no había caso. Incluso armamos varios partidos de entrenamiento contra Palestino con el único fin de que se entusiasmara".

El 22 de octubre, Palestino jugó con la Universidad de Chile, y Junior hizo un golazo. Sampaoli se convenció. El 22 de noviembre se envió la primera propuesta formal por mail . El 26 era jugador de la U. El cuerpo técnico, alertado de su pasado, le dijo que no tendría vacaciones.

Los inicios de Johnny
A los nueve años, Johnny Herrera se presentó a una escuela de fútbol de Angol. Quería jugar de defensa. "Era gordito y potón", dice Óscar Zambrano, el técnico que lo recibió. "Así que decidimos ponerlo al arco para que hiciera algo. Pero mostró cualidades de inmediato. Tenía un carácter muy fuerte: se peleó varias veces con el presidente de la escuela, que tenía un hijo que también era arquero y era un año mayor que Johnny, lo que generaba roces. Él agarraba sus cosas y se iba", cuenta.

Gladys Muñoz Pacheco tenía tres hijos, de padres distintos. Johnny era el menor. Su papá nunca fue una figura presente. La madre administraba un bar en la zona periférica de la ciudad, donde la clientela llegaba básicamente a tomar vino en la tarde y no se iba hasta bien entrada la madrugada. Johnny y sus hermanos vivían ahí mismo, ayudaban a cuadrar la caja, entre el ruido y los trasnoches. El local se cerraba a las 4 de la madrugada y tres horas después los niños se estaban vistiendo para ir al colegio, con las camisas planchadas.
En el libro se relata la traumática muerte del hermano mayor de Herrera, Marlon, ocurrida en 1991 en un accidente automovilístico, cuando el arquero tenía 10 años. Era como su padre.

Un doctor le tuvo que avisar a Johnny lo que había pasado con Marlon. De afuera de la pieza común se escuchó un grito.


(FUENTE: EL MERCURIO)

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